Cuando era cría me gustaban  mucho los días de viento. Vivíamos en la parte más alta de un pueblo serrano, y  el colegio estaba en la zona de abajo. Había dos cuestas separadas por una calle  que eran mis favoritas para bajarlas corriendo o en bicicleta y para subirlas en  contra del viento, con los brazos abiertos llevando la cartera bien agarrada,  llorándome los ojos, y con una sonrisa de absoluta y plena felicidad. Las  trenzas hacia atrás y toda la vida por delante.
Subía la  niña
con los brazos  abiertos,
sonriendo al  viento.
Un ratón  negro
salta entre dos  jardines,
detrás los  niños.
Nací y viví rodeada de gente,  y sintiéndome única porque no encontraba a nadie como yo. Y eso no siempre era  positivo. Andaba descolocada, así que me pasaba horas debajo de la mesa camilla  del comedor, entre los arbustos y las malas hierbas del jardín (no me gustaba  que lo limpiaran) o dentro del armario. Allí pensaba, leía, escribía en  mi cabeza o preparaba la fuga de mi casa (permanentemente tenía el equipaje  hecho, dentro de un gorro: papel y lápiz).
En el jardín plantaba cosas,  sandías y calabazas, que siempre alguien terminaba destrozándome. Jugaba al  fútbol y a las canicas, pintaba y escribía (me gustaban tanto las letras bien  dibujadas...), me peleaba a pedradas junto a los otros niños del barrio contra  los de la calle de abajo para que no subieran a quitarnos "nuestras" moras.  Hacía casitas con piedras para jugar con mi muñeco, que no tenía ropa ni  nombre.
Nunca pude dormirme, hasta  que ya fui adolescente, sin terminar el libro que había empezado. Esperaba a oir  roncar a mi padre y volvía a encender la luz hasta llegar a la última página.  Mientras, vigilaba a una muñeca de mi hermana que estaba en la pared y que abría  o cerraba los ojos y se movía, (yo siempre esperé que un día me atacara), y  también la ropa de mi abuela, oscura, que hacía formas extrañas y se podían  convertir en cualquier cosa, y ninguna buena.
 
 
 
2 comentarios:
Llanos, soy Carlos Blanc. Este texto de tu infancia me parece una maravilla y enternecedor. Es digno de un libro de memorias como dios manda. Es muy bueno.
Como ves ¡ya he entrado en tu blog!
;-) Me alegro de que hayas entrado en mi blog, Carlos. Y que te guste algo que he escrito... pues también me alegra, ea. Un abrazo, que luego te daré en directo ;-)
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