Miro por la ventana,
veo
las copas verdes de los pinos
movidas por el viento,
los álamos ya casi deshojados.
Miro hacia adentro:
en el vaso los restos del café,
la colilla humeando
dentro del cenicero.
Se ha acabado la música,
solo se oye
respirar a las perras
dormidas.
Ya ves que es todo calma:
ni un sonido estridente,
ni una pizca de frío en el hogar,
ni una luz a destiempo...
y, sin embargo,
hoy diría que sí
casi a cualquier propuesta
que me hiciera olvidar que estoy de paso.
4 comentarios:
Una preciosidad Llanos, qué buen momento, qué bien captado.
Muchas gracias por compartirlo.
Un abrazo, Mercedes.
Gracias por decírmelo, Mercedes, mola. Un abrazo!
Llevas una serie de poesías, preciosas, sencillas, y que inevitablemente releo varias veces. ¡ya espero impaciente la próxima! Un abrazo.
:) Gracias, Ceanjo. Anima saber que hay quien me lee y espera el próximo poema... espero no defraudarte! Un abrazo.
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