Gabriel Guillén Martínez fue un poeta. Creo que, desde mi más tierna infancia, me fascinó su persona. Escuché leyendas sobre él, cosas que pudieron o no haber sido, pero que, invariablemente, hicieron que me interesara por leer sus escritos y por preguntar y escuchar a quien pudiera contarme algo que no supiera.
Dicen que se refugió en Socovos, o se exilió, por un desengaño amoroso. Quizás se cansó de vivir como vivía y eligió desaparecer del tumulto. Bien es cierto que sus amigos, un grupo de intelectuales murcianos, intentaron en vano que volviera a publicar y a escribir y nunca lo consiguieron. Su silencio y su ausencia, cuando sus poemas habían sido publicados en revistas literarias y habían sido leídos y apreciados por Juan Ramón Jiménez, no es fácil de entender. Yo creo que nunca dejó de escribir -quien es poeta, y él lo era, en el corazón, siempre tiene un verso acompañando sus pasos-, sólo que ya no le interesó que nadie lo leyera y lo apreciara por sus escritos. Decidió vivir alejado del mundo, de la fama y del reconocimiento, y actuó en consecuencia.
Mi abuelo no fue una persona tan extraña, me contaba José Antonio, su vecino. Educado y culto, lector empedernido, se aislaba de la gente, pero ahí estaba, cercano, cuando alguien necesitaba saber de leyes o para resolver algún problema si le pedían ayuda.
Bien es cierto que, me contaba, salía por la noche a pasear, tocado con capa y armado de una vela para defenderse de la oscuridad; algunos dicen que iba leyendo mientras caminaba. Qué decir… Ya sabemos que, puestos a hacer una leyenda, las versiones pueden ser incontables.
De los poemas que se conservan, os dejo aquí, como muestra, uno de mis favoritos, titulado “Lux”:
¡Dame aquel lucero, madre!-…
(Intermezzo: besos… llanto…)
-¡Baja despacio, lucero,
cuando duerma, hasta su mano!
…………………………………….
… En el sereno regazo
de la impasible –durmiente-,
¿por qué tendrá el corazón,
el niño, resplandeciente?
Añoranza es un “sentimiento de pena que produce la ausencia, privación o pérdida de una persona o cosa muy querida”. Desde que leí el primer poema de Gabriel Guillén Martínez, ese abuelo al que no llegué a conocer, supe que le iba a añorar siempre.
4 comentarios:
Enhorabuena por este blog por el que seguro que me pasearé frecuentemente. Esos haiku, esos textos intimistas y ese compromiso... no me lo pierdo.
Y bueno, sobre tu abuelo, compartiendo apellido con el gran Nicolás, buena gente debía de ser. Dejo aquí unos versos de Nicolás Güillén:
El negro
junto al cañaveral.
El yanqui sobre el cañaveral.
La tierra
bajo el cañaveral.
¡Sangre
que se nos va!
NG
Vaya, Elías...me has dado de lleno. Gracias por tus palabras y tus versos, y gracias por descubrirme los haikus. ¿Un abrazote?
Conozco a ese poeta y su vida de leyenda! Y he disfrutado con sus versos modernistas.
Suerte en tu blog, Llanos, y un abrazo grande
¿Conoces los versos de mi abuelo, Ángel? Vaya, no lo esperaba...
Publicar un comentario